Medicamento contra el coronavirus

Actualmente, estamos viviendo una pandemia causada por un virus. Este virus no lo conocíamos, es un nuevo integrante de la familia llamada coronavirus, que son virus cuya característica visual en común es que parece que tienen a su alrededor una corona y, por eso, llevan ese nombre, debido a las proyecciones que salen desde su centro. Este virus, nombrado como SARS-COV-2, siglas provenientes de “severe acute respiratory syndrome coronavirus 2”, que en español significaría “síndrome respiratorio agudo severo causado por Coronavirus 2”, es una variante de SARS COV o también llamado SARS COV 1, virus que se dio a conocer en el 2003.

Los coronavirus son una familia que causa normalmente afecciones en el aparato respiratorio. Estas afecciones van desde gripe hasta neumonías severas que, incluso, pueden concluir en la muerte del paciente. Así que, aunque ya teníamos conocimiento de la familia de virus llamada coronavirus, el virus SARS-COV-2 es nuevo para nosotros. La primera vez que se supo de él fue en la ciudad de Wuhan, China, en diciembre del año 2019. La enfermedad que causa, entonces, fue nombrada como COVID-19, que significaría en español “Enfermedad causada por coronavirus – 19”. El número 19 es porque la primera aparición del virus fue en el año 2019.

En algún momento, llegamos a pensar que el virus afectaría sólo a la comunidad china y que, nosotros, por estar tan lejos, no teníamos por qué preocuparnos. Lamentablemente, en poco tiempo empezamos a darnos cuenta que no era así, y es que, al salir las personas de China ya portando el virus, pudieron llevarlo a todos los continentes, ocasionando una pandemia (epidemia que se extiende por todo el mundo) y, con ello, inició una gran preocupación y la pregunta del momento. ¿Cómo se cura?

Y, si bien es cierto y como se mencionó al inicio, ya conocíamos a otros integrantes de la familia coronavirus. El tratamiento no tenía que ser el mismo que se había usado para eliminar a otros, pues, con unas pequeñas variantes, los virus se vuelven resistentes a los medicamentos habituales. Los médicos no sabían cómo actuar, los farmacéuticos no sabían como actuar y la población empezó a exigir respuestas que nadie podía ofrecerles de una manera veraz.

Y, si no hay tratamiento, pero empiezan los casos, ¿qué hacemos? Ante un padecimiento nuevo, lo más sensato es una vigilancia cercana de los síntomas e ir controlando uno a uno, ya que no son los mismos en todos los pacientes ni en la misma intensidad. Hay fiebre y se administra un antipirético, hay síntomas de gripe y se prueba con un antihistamínico, presenta tos y controlamos con un antitusivo, hay falta de oxígeno y empezó el uso de ventilación y oxigenación por medio de tanques. Mientras esto sucedía, los médicos, las grandes farmacéuticas y laboratorios de investigación, trabajaban a marchas apresuradas para tratar de comprender, conocer y descifrar este nuevo virus, porque sólo conociéndolo se sabría cómo combatirlo. Científicos de todo el mundo han trabajado arduamente y se han compartido sus investigaciones y observaciones todo a tiempo récord y sin descanso.

Aún no había respuestas… y es que, cuando una epidemia se vuelve pandemia, el temor social no espera, y acompañándolo aparecen las primeras posibles soluciones que a unos cuantos parecen las más viables y prácticas, es comprensible que suceda este fenómeno, y que la población en general quiera creer que hay soluciones fáciles, económicas y seguras. Se habló de tés de diferentes plantas, gargarismos con otras cuentas e inclusive el consumo de algunas hierbas, y con sólo eso prometían una protección total contra COVID-19. Por otra parte, había y hay remedios caseros sugeridos para el tratamiento cuando la persona ya está contagiada, incluso, las recomendaciones de dejar los tratamientos alopáticos y sólo usar lo herbolario o casero, aún más peligroso, existe la recomendación de usar sustancias muy peligrosas y potencialmente mortales o discapacitantes como la lejía o el dióxido de cloro.

La mayoría de la población considera que usar remedios caseros, herbolarios o complementos alimenticios, no puede afectar su salud, ya que se tiene la idea que son prácticamente inocuos, pero esto no es así, por lo que escribo aquí unos ejemplos de remedios sugeridos durante la pandemia y sus posibles consecuencias a la salud.

SustanciaPosibles consecuencias de su uso o de su uso irracional
Dióxido de cloro vía oralRitmos cardíacos anormales, hipotensión, insuficiencia hepática aguda, vómitos, diarrea severa.
Bicarbonato de sodio en gargarismosHeridas e irritación en mucosas orales.
Ungüento mentolado en las fosas nasalesIrritación e inflamación de vías respiratorias, incremento de mucosidad, neumonía lipoide.
Vitamina D vía oral en excesoHipercalcemia (náuseas, vómito, debilidad), dolor de huesos, problemas de riñón como formación de cálculos de calcio.
Vitamina C vía oral en excesoDiarrea, náuseas, vómitos, acidez estomacal, cólicos abdominales, dolor de cabeza, insomnio.
Cápsulas de Ajo en excesoNáuseas, vómito, diarrea, gastritis y úlcera gástrica.

Como podemos apreciar, aunque parezcan inocuos, para nada lo son, y las consecuencias pueden ser bastante graves y afectar no sólo unos cuantos días, sino dejar secuelas que necesiten otros tratamientos a largo plazo. Por otro lado, también fueron mencionados medicamentos alopáticos que, según unos cuantos, servían como prevención o tratamiento de COVID-19. Estas menciones no eran realizadas por organismos como la Secretaría de Salud o la Organización Mundial de la Salud, normalmente las hacían médicos o aficionados que las ponían en práctica y contaban los resultados a manera de anécdota, para después esparcir la noticia como algo que se podría asegurar su eficacia. Parte de este problema son las redes sociales, pues permiten una difusión de contenido que no es valorado o revisado previamente, y se debe señalar; y es también debido a que las personas en general querían esa respuesta que tanto tiempo habían buscado.

Inició, entonces, una búsqueda masiva de esos medicamentos que tanto se mencionaban en las redes sociales. Personas no contagiadas, en su mayoría, buscaban esos remedios en las farmacias para tenerlos de reserva por si alguno de sus familiares llegara a infectarse de SARS-COV-2. Algunos otros, ya contagiados, empezaban a consumirlos sin ninguna prescripción ni vigilancia médica con la esperanza de recuperarse sin tener que ir a un hospital.

Acto seguido, los productos más promovidos y compartidos por medios no oficiales se escasearon e, incluso, se agotaron por una temporada en los anaqueles de las farmacias dejando como consecuencia que, pacientes que consumían normalmente estos medicamentos, se quedaran sin su tratamiento, ya que otras personas lo querían reservar por si contraían COVID-19. Y es que las grandes instituciones a las que deberíamos poner nuestra atención y confianza, lanzaron comunicados, avisos, alertas, infografías, todo lo que pudieron generar, pidiendo a la población (incluidos a los médicos), que no usaran esos medicamentos para el control de esta pandemia, pues aún no demostraban su eficacia y, algunos otros, ya habían demostrado en varias pruebas que no tenían ni un poco de efecto positivo ante este nuevo virus. Aun así, esos medicamentos tan sonados se siguen vendiendo e, incluso, prescribiendo con esos fines. Los medicamentos de los que tanto he hablado son: Ivermectina, Hidroxicloroquina, Cloroquina, Dexametasona (en pacientes ambulatorios), Oseltamivir, Nitazoxanida y Azitromicina, entre otros no tan sonados como lopinavir/ritonavir e Interferon. En los resultados del uso de Remdesivir, antes usado en el tratamiento de ébola, aún hay opiniones encontradas o inconsistentes, pero ha sido el que ha estado más cerca, hasta ahora, de ser aceptado como efectivo.

¿Qué se está haciendo? Si esos medicamentos no funcionaron, ¿los científicos se rindieron? Para nada, nuestros héroes, detrás de las pipetas, se encuentran buscando opciones de tratamientos para los pacientes infectados, porque ya nos han complacido con la creación de distintas vacunas que ya están cumpliendo su cometido y disminuyendo los casos graves y muertes debidas al virus. Según la BBC, desde el inicio de la pandemia, se han realizado más de 2700 ensayos clínicos de tratamientos experimentales, así que sólo nos queda esperar a que la ciencia genere un tratamiento seguro y efectivo, ya que no nos podemos valer de anécdotas para decir que algo funciona. Necesitamos comprobación científica que no es nada sencilla ni nada rápida. Mientras estas grandes mentes se encuentran trabajando, lo mínimo que podemos hacer es frenar la ola de contagios usando las medidas de prevención que nos ha marcado nuestra autoridad sanitaria, y no creer en rumores o información no validada encontrada en alguna red social o un medio de comunicación que emite opiniones no respaldadas.

Tratamientos para COVID-19

Navegación de la entrada


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *