
Aquellos que conocen la famosa obra de los filósofos Karl Marx y de Friedrich Engels, El Manifiesto del Partido Comunista, publicado en Londres en el año 1848, saben muy bien el paraíso económico y social que este promete. Para poder avanzar en este texto, primero debemos tocar un poco el concepto del socialismo; según Oxford Languages, el socialismo es una doctrina política y económica que promueve la propiedad y la administración de los medios de producción por parte de las clases trabajadoras o el proletariado, con el fin de lograr una organización de la sociedad en la cual exista una igualdad política, social y económica de todas las personas. En otras palabras, podemos comparar el socialismo con las acciones de Robin Hood: quitarles a los ricos para darle a los pobres.
De la misma manera, cabe resaltar algunos de los supuestos de esta teoría. Por un lado, se encuentra el papel del Estado o del Gobierno: el socialismo supone que el mayor regente debe ser el poder ejecutivo, quien debe encargarse de regir, en totalidad, el sistema político y económico de un país, además de la regulación de la convivencia del sector privado. Por otro lado, se halla la propiedad privada, que, aunque el socialismo indica que el fin se ubica en que la economía de un país debe centrarse en el control igualitario de recursos estatales, este defiende que la propiedad de los factores también puede recaer sobre manos privadas. De igual modo, otro de los supuestos del socialismo se ubica en la fuerte crítica de este hacia el capitalismo, que, a pesar de lo comúnmente creído, el socialismo no critica ni pretende eliminar otros modelos económicos, sino que defiende la libre competencia entre los mismos. Seguidamente, el socialismo defiende la lucha de clases; sin embargo, supone que el Estado o Gobierno debe regular una convivencia entre las mismas. Además, este modelo político permite que varios partidos coexistan en un sistema electoral.
Es aquí donde comienza el verdadero problema del socialismo: la delgada línea que se encuentra entre este modelo y el comunismo. El comunismo se conceptualiza, comúnmente, como la fase final del socialismo, y podemos definirlo como un socialismo radical y estricto por parte del Estado. Mencionando, y haciendo una comparación de los supuestos del párrafo anterior entre el socialismo y el comunismo, podemos afirmar que el comunismo establece que únicamente el Estado debe tener el control total de los factores y medios de producción, con el fin de alcanzar el crecimiento y desarrollo económico. Por otro lado, el comunismo no defiende la lucha de clases, sino que pretende, de manera definitiva, eliminar las clases sociales, ubicando a cada individuo de la población en una misma clase social igualitaria. Ahora, al tocar este tema de la clase social igualitaria para toda la población, la propiedad privada desaparece dentro de este modelo político como forma de instaurar esta igualdad social. A diferencia del socialismo, el comunismo sí se opone y busca eliminar el capitalismo en las demás naciones, asimismo, dentro de este modelo existe un único partido político, que es el que puede gobernar.
Al mencionar estas diferencias, podemos estudiar y analizar modelos socialistas y Estados fallidos que intentaron implementar este sistema en sus países. Primeramente, el más conocido de todos, la Unión Soviética de Stalin. A pesar de que, generalmente, el modelo socialista da pie al comunista, esta dictadura se instauró con un principio netamente comunista. Dentro de este régimen, se presentaron persecuciones políticas, asesinatos a personas que no compartían la ideología soviética, expropiación de toda propiedad privada y el establecimiento de campos de trabajo forzados.
Por otro lado, podemos mencionar a Cuba como otro ejemplo de estado fallido al intentar implementar el socialismo como sistema político. El gobierno cubano de Fidel Castro cruzó la, ya mencionada, delgada línea entre el socialismo y el comunismo, al tomar para sí todos los medios de producción de esta nación, además de suprimir las clases sociales, promover la propiedad comunal de las tierras y el paso de la propiedad privada a manos de las instituciones estatales.
Dentro de esta lista, se puede, también, mencionar a Venezuela y al llamado “Socialismo del siglo XXI” implementado por Hugo Chávez. En el mandato de Chávez, se presentaron persecuciones ideológicas, exiliados políticos, expropiación de empresas privadas, escasez de productos de primera necesidad debido a la ineficiente gestión de los medios de producción a manos del Estado, imposibilidad de importaciones por el control cambiario (inaccesibilidad a divisas). Todos estos factores empeoraron luego del fallecimiento de Hugo Chávez y la toma de mandato de Nicolás Maduro, quien tomó el legado chavista como forma de gobierno.
Sin embargo, y a pesar de todo lo expuesto, es importante mencionar que el socialismo debidamente implementado puede generar buenos resultados políticos, económicos y sociales. El mejor ejemplo de ello se ubica en los países nórdicos: Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega e Islandia. Detalles encontrados en estos países como la educación pública, índices de desigualdad bajos, coberturas sociales, protección de los salarios -económicamente llamados salarios reales-, servicios básicos sociales de alta calidad e índices de PIB ubicados por encima de la media europea. A pesar de que algunos gobiernos de los países nórdicos cuentan con una propiedad del 40% de las empresas (supuesto socialista), utilizan los ingresos gubernamentales para el desarrollo y crecimiento de sus naciones.
Para finalizar, no podemos caer en las creencias comunes de que el socialismo es malo y lleva a la quiebra y al totalitarismo de un país. En realidad, como ya se explicó, esto se ubica en la mala gestión gubernamental y al paso del socialismo al comunismo. Los problemas que sufren los países con este modelo político, surgen debido a esta ideología atrasada y equivocada.