
Cuenta la historia que Valentín fue un sacerdote romano detenido durante las persecuciones de los cristianos. Cuando lo llevaron ante el emperador, se negó a renunciar a su fe y, como castigo, lo arrestaron. Defensor del amor y el matrimonio, durante su encierro fue desafiado a demostrar el verdadero poder de Dios, devolviendo, así, la vista a una joven ciega, convirtiendo a toda la familia. Sin embargo, el emperador al enterarse del milagro y la conversión, ordenó que fuese ejecutado. Valentín, enamorado de la chica, le envía una nota de despedida en la que firmaba: “De tu Valentín”, dando origen al legado de la expresión amorosa más famosa del mundo.
La historia nos enseña que el origen de la celebración más romántica del año, es algo diferente a lo que vivimos en la actualidad. Se dice que fue el sacrificio de amor de un hombre por una joven por la que dio la vida. Hoy, en estos tiempos tan acelerados y modernos, ¿qué damos por demostrar el amor que tenemos?
“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” 1 Corintios 13:4-8
“El amor no tiene fin”