
La música clásica está presente en nuestra vida diaria. Todos los días la escuchamos, aún sin darnos cuenta. Se nos hace presente en los comerciales de televisión, como música de fondo en nuestras series y películas favoritas, en los tonos del celular, en la novela favorita de la reina de la casa, cuando queremos crear el ambiente de sorpresa o misterio usamos la quinta sinfonía de Beethoven: tan, tan, tan, tan, o la Tocata y Fuga de Bach: tararán, tarararán. La música de Vivaldi, Mozart, Beethoven, Wagner, entre otros compositores, se ha usado para identificar programas de televisión, productos anunciados en comerciales, tonos característicos de una determinada compañía de telefonía celular. Sirvan de ejemplo los siguientes datos curiosos:
La música de El Chavo del 8 se tomó de la marcha turca de Beethoven; el inicio de El Chapulín Colorado estaba musicalizado por el tema de Elmer Bernstein, El mar rojo; el Himno de la Liga de Campeones de la UEFA fue tomado de la obra Zadok the Priest de Händel; el Nokia Tune que ha sonado en millones de celulares pertenece al Gran vals del guitarrista y compositor español Tárrega; Marlboro popularizó sus cigarros con la obra de Elmer Bernstein para la película de Los siete magníficos; Los Pitufos usaban la Sonata para Piano N.º 8 de Beethoven en momentos de peligro; la clásica música de los circos se llama La entrada de los gladiadores y es de Julius Fucik.
Igualmente, se han asociado acontecimientos especiales a melodías de la música clásica: los jóvenes hacían su entrada a su graduación con las notas de la marcha triunfal de la ópera Aída de Giuseppe Verdi, las quinceañeras bailaban en su fiesta el Danubio Azul de Johann Strauss y se solía acompañar a las novias de camino al altar con la Marcha Nupcial de Richard Wagner o con el Canon de Johann Pachelbel.
Basten estos datos tomados de la vasta colección de obras clásicas que sirven de base a la mercadotecnia mundial para demostrar que la música de la que nos ocupamos no nos es tan ajena como pudiera parecer. Siendo así, entonces nos preguntamos por qué no darnos la oportunidad de degustar esta manifestación artística del ser humano que, aclarando, no es sólo privativa de personas pertenecientes a una élite de la sociedad, ya que, siendo arte, es para todos.
Para comenzar con el reto de la audición de la música clásica, me gustaría decir una palabra acerca del elemento encargado de interpretarla: la orquesta sinfónica, la cual se compone de aproximadamente ochenta músicos, pero el número de músicos empleados en una interpretación particular puede variar según la obra que va a ser ejecutada.
La orquesta sinfónica tiene cuatro grupos de instrumentos musicales:
• Viento madera: un flautín, dos flautas, dos oboes, un corno inglés, dos clarinetes y dos fagots.
• Viento metal: de dos a cinco trompetas, de dos a seis trompas, dos o tres trombones tenores y uno o dos bajos y una tube.
• Percusión: dependen de la obra. El timbal es el instrumento principal. Además, se agrupan aquí la marimba, los platillos, el gong, el triángulo, etc.
• Cuerdas: aproximadamente 22 a 30 violines divididos en dos secciones, primeros y segundos, ocho a 12 violas, ocho a 12 violoncellos y cinco a ocho contrabajos. Cuando la obra lo requiere, también se incluyen el arpa y el piano.
Los instrumentos de cuerda van al frente, de más agudos a más graves, detrás se colocan los de viento, primero madera y luego metal, y al final se colocan los instrumentos de percusión y el piano.
Dicho lo anterior, quisiera compartir con ustedes, como lo llaman ahora, la playlist, que sería la guía, muy personal, aclaro, en el primer paseo por la colosal colección de música clásica que, sin duda alguna, tocará las fibras más íntimas de nuestro ser y nos permitirá experimentar la belleza creativa del espíritu humano hecho sonido.
Otro compositor clave en el repertorio de música sublime lo es, sin duda alguna, Mozart, recomendada toda su obra, tanto instrumental como vocal. Su música, y hablo de mi experiencia de más de 40 años de escuchar su obra, te toca de una forma tal que sientes una conexión casi inmediata con la belleza de los sonidos. Imprescindibles sus Sonatas para piano, de las cuales recomendaría la 545, y la 331. Sus conciertos para piano y orquesta son realmente magníficos, no hay que dejar de escuchar el número 21, de manera especial el segundo movimiento, es una melodía que te ayudará a desintoxicar tu ser del ruido y el estrés cotidianos.
Otro titán del catálogo de la buena música lo es Beethoven, sus creaciones revelan un temperamento decidido a hacerse escuchar a través de su música. A pesar de su limitación física (sordera), esta no lo frenó en su tarea de legar a la humanidad páginas que reflejan su lucha interna y su deseo de conectar su espíritu con el nuestro para seguir adelante en nuestra lucha cotidiana, sobreviviendo a pesar del caos que nos rodea. La primera obra que podemos escuchar es la llamada Para Elisa, breve y bella. Todas sus sonatas para piano son de una manufactura que conviene considerar, destacando la número 14 llamada Claro de luna, así como la número 8 nombrada La patética y sus nueve sinfonías son cita obligada a quien pretenda navegar en su repertorio.
Un músico insustituible lo es Johann Sebastian Bach, quien ha sido la fuente de aprendizaje e inspiración de donde han bebido los músicos que vinieron después de él. Su obra, se ha dicho siempre, nos conecta con la divinidad. De su inmensa producción destacaré dos obras: los preludios y fugas llamados El clave bien temperado y Las variaciones Goldberg, ambas fueron compuestas para el instrumento musical llamado clavecín, pariente del piano. Yo prefiero la versión para piano, hay que escucharlas en un ambiente relajado para que hagan vibrar nuestro ser.
Hasta aquí algunas sugerencias que ayudarán para iniciarse en el inagotable tesoro de la música llamada clásica, y quizás, al igual que yo, una vez que hayas tenido acceso a la experiencia estética de la satisfacción en la audición, tu vida no será igual, pues te hará falta algo para sobrevivir a tu cotidianidad: el toque sublime de la belleza a través del sonido, pues no podemos negar cuánta razón tenía Friedrich Nietzsche cuando le escribió a su amigo y confesor Peter Gast:
“La vida sin la música es sencillamente un error, una fatiga, un exilio”