Hablar de pedagogía es reflexionar sobre el papel que juega el docente y su estudiante sobre la educación encaminada a la autorrealización, mediante la creación de una conciencia crítica del ser humano frente a su realidad. Sin embargo, Paulo Freire, en aparente contradicción, ofrece una perspectiva fatalista en La concepción “bancaria” de la educación como instrumento de opresión.

     Quién más involucrado en este quehacer reflexivo que el propio Paulo Freire (1921-1997), educador comprometido con la causa de una educación al servicio de la construcción de una sociedad más justa y solidaria, a través de la alfabetización de adultos y la pedagogía crítica.

     Como autor de numerosas obras en las que subraya la función analítica y transformadora de la conciencia crítica que nace en el seno de la propia realidad, Freire planteó la naturaleza política de la educación, así como la pedagogía alienante y elitista del poder establecido en su libro Pedagogía del Oprimido (1968).

     Es en este contexto que surge su ensayo sobre La concepción “bancaria” de la educación como instrumento de opresión, en el que plantea que tanto el educador como el educando establecen una relación poco productiva en el aula, pues el primero es considerado como el sujeto que piensa, habla y sabe, mientras el segundo solo escucha porque sabe poco o nada.

     Así pues, el educando se transforma en un recipiente, en una vasija a la cual hay que llenar con todos los depósitos posibles. Entre más depósitos sean realizados por el educador, más y mejor se afirma el docente como tal. Entre más dócil y pasiva sea esa vasija, le convierte en un mejor educando.

     De este modo, la educación se convierte en un acto de depositar una especie de acto bancario, donde, desde el lenguaje metafórico de Paulo Freire, sirve para ilustrar un acto de transmisión de quienes se juzgan sabios a quienes se les juzga ignorantes, manteniendo una postura rígida entre ambos sujetos, pero resaltando siempre los discursos alienantes de quien se reconoce superior a los educandos, gracias a la ignorancia de éstos.

     En la concepción bancaria de la educación, la relación educador-educando está mediada por el acto narrativo de contenidos, es decir, es la relación discursiva del narrador que habla y dicta, y el sujeto que escucha pasivamente. El sujeto que narra es el que practica un discurso alejado de la realidad concreta del educando, o en su defecto, un discurso fragmentario de la realidad. La única función del sujeto que educa es la de “llenar”, por medio de discursos verbalistas alienados y alienantes, a los educandos, cuya función es pasiva-receptiva.

     El discurso alienante del educador es palabra hueca y vacía, que no problematiza ni transforma nada, que provoca en el educando repetir, de manera mecánica, los contenidos educativos, retener y memorizar la palabra de otros, el pensamiento de otros y no el propio pensamiento ni la propia palabra.

     Si bien es cierto que la enseñanza basada en la memorización no fundamenta el conocimiento, también lo es el pretender que el educando carezca de total criterio respecto a la comprensión de lo que memoriza.

     Desde esta óptica, el acto de enseñanza-aprendizaje que plantea Freire en La concepción “bancaria” de la educación como instrumento de opresión,parece ser un concepto totalmente fatalista, pues en estas reflexiones se ignora el hecho de que todas las personas ya poseen saberes y habilidades empíricas, que, si bien es cierto, no son propias de alguna disciplina como tal, sí lo son desde la perspectiva filosófica del empirismo, pues en palabras de Lenin (Cuadernos Filosóficos), para comprender es preciso comenzar a estudiar empíricamente y, de la experiencia, elevarse a la generalización.

     El educando como vasija a la que hay que hacerle “depósitos” y que plantea Freire, ya tiene saberes y conocimientos empíricos que evitarían que el educando sólo fuera una vasija a llenar, sin criterio, sin cuestionamientos y sin reflexión. De ahí que considero este punto de vista como algo inevitable o determinado por un destino fatalista.

     La práctica bancaria de la educación encuentra su fundamento en la contradicción entre educador-educando y refleja los valores políticos, económicos y morales, de la ideología dominante.  Paulo Freire enlista una serie de características respecto a esa práctica, donde el educador es siempre quien educa, piensa, habla, disciplina y prescribe, mientras el educando, es el objeto del proceso, es pensado como el que se educa, el que escucha, es disciplinado y atiende con precisión las prescripciones.

     Ser docente no consiste sólo en dominar técnicas de enseñanza, sino también en construir en los educandos pensamientos éticos, políticos y sociales, pero sobre todo “pensamientos críticos”, tal como plantea Freire. Sin embargo, hay que considerar que educar es algo más que enseñar, lo que se requiere, entonces, son educadores comprometidos con la práctica liberadora del hombre, educadores coherentes con su pensamiento y práctica que nieguen la visión de la práctica educativa bancaria y se relacionen con el educando a partir de una relación dialógica, de confianza y de compañerismo, de humildad y de apertura, donde nadie eduque a nadie como acto jerárquico y violento y nadie se eduque por sí mismo, sino en colectivo, pero sin la visión fatalista de Freire.

Freire, P. (2006). La concepción “bancaria” de la educación como instrumento de opresión. Pedagogía del oprimido (50-68). Siglo XXI.

Lenin, V. I. (1974). Cuadernos Filosóficos. Ayuso

El fatalismo de Freire en la práctica educativa: La concepción “bancaria” de la educación como instrumento de opresión

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